El estallido final, el eterno retorno de una película sin fin: «Fue el principio y el fin de la modernidad»
Rapto aparecen y desaparecen. Y siempre está ahí. La película rodada por Iván Zulueta en 1979 ante la desesperación de unos, el escándalo de otros, la ruina de los directamente afectados y la obsesión de todos permanece ilesa, perfecta y tan eterna como el misterio de la muerte misma. O de la vida. Se podría decir que lo que le sucede al astrólogo en uno de los cuentos imposibles de Jean Ferry le sucede a la película que caracterizó lo mejor y más profundo del cine español. El hombre, nos cuenta el surrealista y apasionado escritor, se levanta todos los días y vuelve una y otra vez a ajustar los decimales de sus tablas hasta intentar encontrar el momento en el que morirá. Y así, con su esfuerzo sostenido ininterrumpidamente a lo largo de cada segundo de su existencia, el astrólogo finalmente capta el único y desastroso significado de este gran disparate. La muerte es, en última instancia, el único argumento posible para toda una vida. La vida acaba confundida con el descubrimiento del momento concreto de su desaparición.
EN La última erupción La película de Marta Medina y Enrique López Lavigne que tras ser presentada en San Sebastián ahora está en el festival de Sevilla, ocurre algo parecido. A la propia película y a ellos, los directores. De repente, encontrar sólo uno de los infinitos misterios contenidos en la producción de vampiros, cine, heroína, muerte y eternidad que acabó con la carrera de su director y al mismo tiempo anunció la posibilidad de un nuevo cine, parece el único y desastroso significado de este gran disparate; la última y necesaria tarea de cualquier cineasta. «La película de Zulueta es una película mutante que cambia cada vez que aparece. Siempre diferente y nunca sujeta a una única interpretación.» dijo Medina y López-Lavigne, a su lado, coincidió con él. Y añade: «La historia de su exposición, siempre imposible, contribuye a su mito, a su maldición. Durante mucho tiempo fue imposible verla por ningún lado. Luego fue restaurada y, cuando parecía que iba a ser su momento con un gran estreno en Estados Unidos, llegó el Covid».
Marta Medina y Enrique López Lavigne en El último rapto.MUNDO
La última erupción Se presenta como una película dentro de una película. No podría ser de otra manera. Es ficción sobre la misma ficción que ordena la película de Zulueta (la cámara que devora a quienes la miran), pero sin dejar nunca de ser también documento y apresuradamente manifiesto sobre la amplitud y el brillo de la muerte, de la pasión y de la película misma. En este divertido y a la vez lúgubre juego de espejos, Jaime Chávarri (amigo, confesor y siempre cómplice de Iván Zulueta) se descubre manchado de culpa. «Era imposible competir con la heroína», se le oye decir impotente. Juega con el propio fantasma. Rapto (bueno lo es, pura fantasmagoría) y coguionista junto a Medina de la nueva película. Virginia Montenegro, quien fue y es la ejecutora íntima del legado del cineasta, reaparece pura y perfecta con cada una de sus heridas aún abiertas. Y también nos desvela que la voz que dice «Si pasa lo que imagino nadie te mandará la última película…» no es la de Will More, como todos estábamos convencidos, sino la del propio Zulueta. No muy lejos, llora Carlos Astiárraga, quien fue compañero de vida de Zulueta durante el rodaje de 1979 y fue su asistente de dirección. Y Eusebio Poncela. Y Cecilia Roth. Y Marta Fernández Muro. Y allí, al fondo, al pie del magnolio que domina la playa de la Concha de San Sebastián, ahora sabemos que descansa Iván Zulueta. Son sólo algunos de los misterios descubiertos de un misterio que no tiene fin.
¿Pero por qué seguimos hablando de Arrebato 50 años después? «La clave probablemente esté en que la película está en medio de todo», razonaron los directores que decidieron realizar la siempre retrasada película tras asistir a la proyección en la Filmoteca Española del local Super 8 de Zulueta. Y continúan: «Rapto Es el centro de la transformación que vivió España en aquel momento, del cambio a la modernidad en su sentido más amplio, de una nueva forma de abordar la imagen que ya se evidenciaba en los carteles de Zulueta, del surgimiento de la cultura pop… Almodóvar participó en el rodaje e inmediatamente después con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del grupo. algo así como la parte posterior de hecho Raptoque a su manera marca el final de la famosa Movida. Rapto «Fue el principio y el fin de la modernidad».
Lo que queda es una película que, como la película misma, se niega a ser definida. Gracioso por momentos, profundo y doloroso cuando se deja llevar y hasta cursi cuando le apetece, La última erupción Es una película que fascina por su pasión desbordante, que entristece por su tristeza íntima y que irrita porque todos los juegos del metacine irritan. Pero, sobre todo, es un misterio entregado al misterio de la muerte. Ferry, el autor del comienzo, relata que, sin una simple suma que revelara el misterio de su propia muerte, el astrólogo murió. Si hubiera terminado su trabajo, habría sabido que ya llegaba tarde. De hecho, murió antes de morir. Murió en el calor del momento.


