Pepe Luis Vargas: «Me cortaron las alas. ¿Cómo podría pelear con la palma de mi mano contra una de Dolores que me quiere arrancar el cuello?»
«Tó p’a na». El 23 de abril de 1987 esperaba el poema de José Hierro (1998) cuando su vida se le escapó por el géiser de sangre de su pierna: «Al fin y al cabo, todo era nada». Pepe Luis Vargas (Écija, 1959) señala: «Tanto luchar para nada. Lo dije». Su carrera cambió radicalmente en la puerta de toros de la Maestranza, hacia la porta gayola, aquel destino que le negó, y le dejó sin corridas durante un año: «Los que rechazaron mi pan y mi sal desde que era figura de los toreros, y como tomé la alternativa, me cerraron todas las puertas. «El desfiladero los abrió». Este Pepe Luis, que también era rubio y pequeño como el otro Pepe Luis que ahora nos queda, y que bebía en las fuentes de Sócrates de San Bernardo, y compartía el gusto por la pureza y el ritmo, tomó la alternativa en el 79. de las manos de Curro Romero con todo el futuro por delante. Pero el paraíso se le escapaba, los empresarios no querían entender y acabó matando las corridas más feroces. Como un ángel arrojado a los leones. Hoy le susurra historias inspiradoras a Juan Ortega.
P. ¿Qué hacía un torero tan bueno como usted para ir a Porta Gayola?
R. Quizás porque tuvo malos consejeros. Recuerdo que Rafael Torres, o Curro Puya, que venía conmigo en el grupo, me dijo que no fuera a la porta gayola, porque me gordaba muy bien con el capote. Pero los «otros» me instaban a salir del callejón, que había que arreglarlo como fuera, que si Chopera no nos hacía caso, teníamos que pasarnos por la pocilga, teníamos que hacer esto y aquello. Y yo era muy joven. Me equivoqué y me dejé llevar por personas que me confundieron. Cuando me metían en las corridas duras, recuerdo que Manolo Vázquez me recomendaba de camino a nuestros entrenamientos: «Mira, Pepe Luis, los toreros que nos debemos a unas formas, es mejor estar de pie. Tú que quieres toreo bueno, ¿cómo estás?» ¿Hacerlo con una corrida de Albaserrada? Esto es para otro tipo de toreros. Pues el de Albaserrada me lo tragué el mismo año como mi alternativa. Y ahora solo me ofrecieron corridas duras. O no toreó. Y si era bueno, me golpeaban. Estaba escalando un hoyo. Y como lo denunciamos en la prensa, me cortaron las alas. Y así con ira pisoteé la razón.
P. Toreo con ese toro como sueñas…
R. Me desvié de mi camino. Querer pegar pases con los vuelos, con la muñeca, con el medio… “¡Simplemente se la tira!”, me decían. No. Es que quería recogerlo con los vuelos para meterlo dentro. Su padre me justificó. Me di cuenta de que no era un torero potente, pero mostré mi identidad sevillana, que toreaba con cierta gracia y, sobre todo, me pedía que entrara en otro tipo de carteles. Lo dijo 20 veces. Hizo una guerra contra las empresas en mi defensa.
P. Usted disfrutó de un ambiente extraordinario como torero.
R. Casi gané más dinero como torero que como matador. Toreó toros en todas las ferias de España. En Sevilla acabé ganando 400.000 pesetas por novilla, cuando lo normal eran 50.000. Y me pagaron 500.000 en Pamplona. Y ya fui a Madrid con 150 corridas de toros. Así fuiste a Madrid cuando estabas harto.
P. Ahora es al revés.
R. Hay que ir a Madrid a ver si aciertas. ¿Y cómo gana un chaval que ha estado en 10 o 12 corridas de toros en una corrida cuando le toca uno de 530 kilos?
V. Puso sus espejos temprano: el 3 de julio de 1977 regaló un toro de los Hermanos Sampedro a Pepe Luis Vázquez Garcés, y le cortó ambas orejas.
R. Desde pequeño fue muy listo, y a los seis y siete años se le daba muy bien el toreo. Fui a Sevilla a casa de mi tía cuando tenía 12 años y me dieron un banderillero llamado Lorencito para que me cuidara. Nos vamos a entrenar en un campo de Triana donde se han formado muchos buenos toreros y muchos banderilleros. Lo que escuchaste allí fue maravilloso. De Belmonte, de Chicuelo, de Gitanillo de Triana… Me fijé incluso en cómo sujetaba la capa. Y luego entrenó con Rafaelito Torres, con Manolo Cortés y también con Manolo Vázquez…
P. Qué maravilloso.
R. Y conocí a Pepe Luis y Pepín Martín Vázquez en el campo. Quería pelear como ellos, ese era mi sentimiento. Brindé por Pepe Luis y puse al Sevilla boca abajo. Y Manolo González se identificó como heredero de ese estilo: «Este es el que tiene lo que tenemos nosotros, él tiene la chispa de aquí». ¿Cómo voy a torear con la palma de la mano a uno del tío Picardías, a uno de Dolores Aguirre o a Miura que me quería arrancar el cuello? Pero entramos en esa vorágine.
P. ¿Qué es la pureza?
R. La verdad. Cuando todo es sencillo y no hay engaños. Cuando todo fluye como agua clara. La técnica y el oficio no son más que trucos.
V. «Un paso adelante y el hombre muere; un paso atrás y el arte muere» (Pepe Alameda).
R. Pepín Martín Vázquez me decía que las muñecas no pueden estar rígidas, torcidas, el toreo no puede ser brusco. Todo debe quedar suelto. Imagínate tener un gorrión en la mano cuando cita al toro. Sin empujar el palo lo llevas con la cintura y al final lo que haces es abrir la mano para que el pájaro se vaya. Así es como debes jugar con las manivelas. Lo anoté todo en una libreta y ahora se lo cuento a Juan.
P. ¿Y es eso lo que Ortega busca en usted?
R. Juan tiene las virtudes con las que nació, el temperamento, la naturalidad, cosas con las que se nace. Pero otros se aprenden. Y aprendes bien a torear. Esto lo aprendí de muy buenos toreros. Escuchar es bueno. Es malo ahora, cuando escuchas a la gente hablar y te da vergüenza. No soy asesor artístico, eso no, por favor. Lo bonito es que los secretos que ya me voy a llevar a la tumba se los paso a Juan.
P. Hay que estar jodido para ser torero de arte en la época de Morante de la Puebla.
R. Jejeje. Es complicado porque Morante es un torero muy completo, no es sólo que sea un torero artista. Probablemente sea el más completo que he visto jamás. No puedes comparar a nadie con él. Ya está escrito con letras de oro en la historia. Soy de Morante y Ortega. Pero Juan torea más lento. Así como Romero toreaba más lento que Paula, y Paula más profundo que Romero.