Tu abuela era una mujer moderna y no te diste cuenta. La mujer del franquismo, entre la mantilla y los ‘zapatos cojos’
Yo estoy feliz. Mi padre, que en paz descanse, era un apasionado de la fotografía. Mi madre debió estar frita porque hay fotos de ella incluso en bata de baño regando las plantas allá por principios de los años 50. Pero el caso es que gracias a la pasión de mi padre por inmortalizar a mi madre y su interés por la moda, mi álbum familiar. Es, al mismo tiempo que atrapantes imágenes biográficas, un recorrido bastante completo por las tendencias de ropa a continuación. Años 40 y 70. Cuando reviso periódicamente esas imágenes con mi madre, casi todas en blanco y negro, salen a la luz anécdotas como: «Esto falda de tubo mi hermana me lo hizo con un pantalones viejos de mi padre, removiendo el polvo.» O algunas mucho más espectaculares, como cuando, en Fernando Poo, En algún momento de la década de 1930, un gorila Agarró la pantorrilla de mi abuela María, quien pudo escapar de su ataque gracias a las medias lisas que llevaba.
Porque, hiciera frío o calor, el calcetines de terciopelo, «necesario y muy caro», escribe el historiador Ana Velasco Molpeceres en su libro ‘La moda en el franquismo. ‘La ilusión del Tule y sobre España’ (ed. Catarata), ha sido imprescindible (si no se lo digan a mi abuela) en la indumentaria femenina durante décadas, aunque tras la Guerra civil Se convirtieron en un objeto de difícil acceso al que se sumaba su efímera existencia. Porque, explica el autor, «se estropeaban constantemente».
Si no tenías calcetines, los dibujabas.
Si no puedes comprar sys, siempre puedes comprar sys. rayón o viscosa, pero cuando estos tejidos fueron monopolizados también por los ejércitos en los años 1940, las medias «se convirtieron en un objeto muy preciado, casi imposible de conseguir. Quien tenía un par se ocupaba de ello. Se tomaban los puntos, se paraban los dedos y se volvían a coser. » , que no se podían ver, se ponían con mucho cuidado, incluso con guantes, para no hacer una carrera con los clavos o, peor aún, un gran agujero, y se lavaban y disponían cuidadosamente.
Por lo tanto necesario fue el medias En la ropa de las mujeres que no tenían suficiente para comprar, se dibujaba una línea vertical en la parte posterior de las piernas, imitando una costura longitudinal. Porque una mujer sin medias era como un pájaro sin plumas. Luego vinieron los años 50, el nailon y ‘medias de cristal’ y ese era otro asunto.
Todas estas historias aparentemente «pequeñas» sobre nuestro pasado dicen mucho más de lo que parecen. Y ese trabajo, el de construir el historia de una época a través de la moda, y viceversa, es lo que hizo Velasco Molpeceres en su libro. Esta no es su primera incursión en este campo, que ha convertido en su especialidad. En su haber está ‘Ropa vieja’. Historia de la ropa que usamos’ o ‘Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini’. Pero en esta ocasión se trata de un periodo especialmente interesante precisamente por la cantidad de niebla que lo cubre, una fase que solemos mirar a través de gruesas capas de clichés.
La documentación gráfica que hay la mayor parte de ese tiempo no contribuye precisamente a eliminarlos. Un ejemplo: cualquiera que busque en la poderosa agencia Getty mujeres hispanas de los años 40 y 50 encontrará un puñado de señoras de luto estricto y mantilla con Pascua o vestida con trajes regionales en fiestas patronales y ferias. Lugar. ‘Oscuridad y fiesta’, podría titularse el disco.
No tanta mantilla como pensamos
“Es cierto que hay una visión de las mujeres españolas del años de posguerra como viudas de luto, con el pelo recogido en un moño, y el velo para ir a misa», explica a Yo Dona la propia Ana Velasco Molpeceres; “Era una realidad, pero mucho antes del reinado de Franco. lorca, por ejemplo, lo retrata a la perfección en ‘La casa de Bernarda Alba’. Es sin duda que después de la guerra civil muchos han sido vistos viudas o con muertes en la familia que se pusieron de luto y no se lo quitaron… Pero también es cierto que en las ciudades era algo diferente. El cine, que era muy barato, era el entretenimiento de todos los españoles, tanto niños como adultos, y especialmente las mujeres, al igual que la radio. Pero el cine era imagen y no hay duda de que su impacto fue mayor, al menos antes de que llegara la televisión.
Lógicamente, recuerda el autor, la mayoría de la población no iba a fiestas sofisticadas, ni vestía alta costura… «pero Fui al cine. Y allí salían hombres fabulosos y mujeres glamurosas y sus ropas eran imitadas, como en cualquier otro lugar (aunque aquí estaban censuradas o cortadas). El ejemplo que describe el libro y que me parece más importante es el del chicas topolino, que en los años 40 sobre todo todo lo que la dictadura intentaba rechazar era con la moralidad nacional-católica por bandera. Lavar novelas o películascomo se les llamaba en ese momento, se dedicaban a ir al cine e imitar a sus ídolos… y eran reconocibles por el Gafas de sol (que no estaba tan extendido como lo está hoy), el zapatos cojos (plataforma), el maquillaje tipo hollywood y el Cabello teñido y peinado como las actrices.
Todas las mujeres, añade el autor, fueron al peluquería«a espacio femenino muy importante para la socialización, y el El pelo era la clave. Quizás solo tenían una falda de diario y algunas blusas, pero (se puede ver en las fotos) vestían diferente. La sociedad era mucho más formal y casi todos lucían muy elegantes, casi Estrellas de cine. Es cierto que el topolino estaba por encima de todo adolescentes que luego sentarían cabeza y se casarían a los veinte años, pero su omnipresencia en el imaginario de los años 40 demuestra que en la España de la posguerra hubo mucho más de lo que a veces se dice.» Velasco Molpeceres señala que lo anterior no niega que existiera era pobreza -«había mucho, además de opresión»- pero también la idea, tan extendida, de que la gente en aquella época «no tenía vida»: «La moda, las tendencias, los modos… no son sólo lujo, como a veces tendemos a creer». reducir; por ejemplo, están en la forma en que nos saludamos o hablamos.
La batalla por el cabello
Entre los fenómenos interesantes que la autora describe en su libro se encuentra precisamente lo que podemos llamar ‘la batalla por el cabello’. En la primera posguerra Peinado ‘arriba España’ -llamado así ni más ni menos porque consistía en levantar el pelo por delante a modo de peluquín, con peinetas, cintas o lo que se tuviera a mano-, se opuso a las propuestas del división femenina, que prefería, cita el autor, «peinados recogidos sobre la pequeña cabeza de proporciones justas y armoniosas, como aquellas bellas figuras de los tapices que deleitaban a Pisanello» (una fotografía de Pilar Primo de Rivera, fundador de ese ‘ejército’ de mujeres entrenadas para servir a la patria sirviendo a su señor marido nos la muestra así, aunque los labios pintados de rojo intenso delatan un toque de inevitable coquetería).
Sin embargo, ambos peinados fueron la respuesta ‘nacional’ a la ‘melena de milicia’ o ‘pelo rojo’, muy mal vista en su momento y que se intentó erradicar mediante la propaganda (recordemos, en el equivalente masculino del asunto, que famoso ‘claim’ que se vio en una sombrerería de Madrid que decía: ‘Los rojos no llevan sombrero’).
Balenciaga no era tan brillante
Otro efecto beneficioso de este libro es ampliar nuestro horizonte cuando pensamos en el universo de la moda española: «Normalmente cuando hablamos de La moda en el régimen de Franco. el discurso se reduce a alta costura y, sobre todo, a Balenciaga. Balenciaga es un gran diseñador, pero su figura ha empequeñecido, o al menos ocultado, todo lo que pasó aquí en España en el ámbito de la moda. Por otro lado, a veces reducimos la moda a la Alta Costura, a las grandes marcas, a los desfiles y a los reportajes de revistas. Esto, sin duda, fue y es muy importante, pero no lo único. Moda, como dije chanel, Está en el aire, relacionado con la economía, la sociología, la política, las relaciones internacionales, la historia de la vida cotidiana…».
Tul ilusión para novias corrientes (y excepcionales también)
El moda nupcial y el paquetes de comunión Constituyen otro objeto de análisis que revela el papel central que tuvo para los españoles, incluso en los peores momentos. De hecho, es el ‘tul ilusión’, ese tejido con el que se confecciona un velo más largo o más corto, más denso o más ligero, más lujoso o más barato, pero presente desde hace décadas, el objeto que abre el libro. Su popularidad fue tan grande que en 1963 la prensa informó de su escasez en el mercado. La influencia que tienen las bodas de personajes como Cayetana Fitz James Stuart o Farah Diba tenía el gusto del momento, los precios a los que se enfrentaban las familias a la hora de vestir a sus novias y los caprichos de las tendencias – en 1973 el diseñador Pedro Rodríguez condenó las cuerdas con la lapidaria frase: “Nunca podrás ser elegante ni grácil si llevas en el brazo una cortina de doce varas”; El modisto no pensó que años después volverían con más energía que nunca: sacan una carta que supera con creces lo puramente estético.
Precisamente el citado diseñador se refiere Ana Velasco Molpeceres cuando dice: “Creo que la moda española no se puede reducir a nombres como balenciaga o Pedro Rodríguez, o incluso en Flora Villarreal, pero hay que entender que es un fenómeno más amplio, así como el franquismo no se puede reducir al mito de los 25 años de paz y al mito del desarrollo de los años 60… con los bikinis, la Suecia y demás no. Tampoco es posible entender la sociedad del franquismo como si ésta, las tres largas décadas, fuera todo el tiempo el año 1939 o 1940. La sociedad de consumo ha evolucionado dolorosamente y este libro ayuda a comprender ese proceso».
La moda en el franquismo. Ilusión de tul y sobre España
Ana Velasco Molpeceres
240 páginas. Cascada. puedes comprarlo aquí.