18 de febrero de 2025

Paul Schrader en el laberinto de la memoria (***) y atento a la perfección del cine de Emanuel Parvu (****)

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Actualizado

«Museo quimérico de formas inconstantes» fue la imagen que utilizó Borges para definir la memoria y Pablo Schrader No sólo se contradice, sino que, un paso más allá, insiste en darle la vuelta al poema.Cambridge‘ (de ahí el verso) en imagen cinematográfica. De hecho,’Oh, Canadá, así se llama la nueva película del veterano director, no adapta la argentina, sino la última novela del escritor estadounidense Russell Banks, fallecido en enero de 2023, apenas unos meses antes de que comenzara el rodaje. Pero en la pantalla hay más verso que prosa. Y esto, a pesar de la duda, la confusión y el exceso de artificio, Eso es lo que importa: la sensación permanente de riesgo, experimentación y duda que impregna cada fotograma.

El responsable de la trilogía formada por ‘El Reverendo’, ‘El Contador de Cartas’ y ‘El Maestro Jardinero’, Trata sobre hombres que buscan la redención atrapados en un pasado que los convirtió en villanos, la trama cambia ligeramente para regresar al punto de partida después de un largo desvío. También aquí se trata de un individuo, un antiguo y respetado realizador de documentales, que, al borde de la muerte a causa de un cáncer que lo devora, decide transformar la historia de su vida en una película frente a la cámara de ‘ un ex alumno. Todo para ser redimido. Y en la historia de insomnio entre los efectos de la medicina, que son drogas, y los vapores del rencor que busca el perdón, Schrader consigue diseñar un laberinto de miedos, engaños y confesiones. «Ese montón de espejos rotos», decía el siguiente verso del mismo poema de Borges.

Richard Gere da vida al protagonista que se desarrolla en Jacob Elordi cuando era un niño pequeño. Y antes, un Uma Thurman quien regresa a la pantalla grande después de tanto tiempo. El personaje de Gere cuenta todo lo que amó, que fue mucho y en muchos cuerpos; Cuenta que un día huyó (se fue a Canadá para evitar ser reclutado en la guerra de Vietnam); Se da cuenta de que la historia que está contando es verdadera y mentira al mismo tiempo. La película se desarrolla a medida que avanza. Por momentos es una descripción rota de un recuerdo que se rompe a la fuerza; Por momentos es una reflexión sobre la frontera que separa la ficción de la realidad; En un momento se diría incluso que se trata de un autorretrato del propio Schrader; y siempre es una obra que desafía al espectador de una manera directa y muy emotiva.

Es cierto que no siempre la complejidad del experimento se consigue porque sea artificial, demasiado cerebral o simplemente confuso.. Pero filmada en 17 días, siempre da la medida perfecta de un cineasta gigantesco.

El director rumano Emanuel Parvu.

El director rumano Emanuel Parvu.VENANCIA LOICAAFP

‘Tres kilómetros para el fin d’ (****)

A su lado, y quizá por la combinación de la condición de veterano con galones y lo otro (llámese anonimato, juventud o descubrimiento), la sección oficial presentó su tercera película, firmada por Emanuel Parvú:‘Tres kilómetros para el fin d’ (Tres kilómetros en el fin d). Y de nuevo, como es habitual en las películas que surgen de la interminable nueva ola rumana, hubo sorpresa. O no la hubo, según se mire. Del director conocíamos ‘Mikado’, que se proyectó en el festival de San Sebastián y que diseccionaba con una precisión muy cercana la relación rota, primero por desconfianza y luego por culpas no reconocidas, entre un padre y una hija. Ahora se utiliza la misma minuciosidad para investigar un caso de agresión homofóbica en un pueblo no tan perdido del delta del Danubio.

La película utiliza el incidente (que también es un crimen) para analizar los mecanismos de poder que mueven la sociedad desde dentro. El papel cómplice de la policía, la vigilancia de la conciencia ejercida por la Iglesia o el silencio culpable de todo crean el panorama desolador de una sociedad, de hecho, desolada. Pero no sólo eso, como ya hiciera en su anterior película, temas como el amor incondicional, la culpa o el simple miedo emergen de la pantalla gracias a una interpretación modélica, transparente y siempre en la distancia adecuada. Sin moralismos torpes ni subrayados innecesarios,A tres kilómetros del fin d’ Bien podría triunfar como paradigma de una película bien contada.

No deja de ser curioso que el azar haya puesto en un mismo artículo la artificialidad de uno y la lucidez de otro. Ambos, en su radicalidad, cuentan como experimentos y en ambos, si insistimos, podemos citar a Borges: «Esas miserias son las cosas que nos deja el tiempo apresurado».

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