Sandra y su lucha contra la otra cirugía del bikini: «Nunca me veréis en shorts ni en minivestido. Tengo las piernas como palillos».
Una de las frases que más has escuchado en tu vida es ‘Qué suerte tienes’, de comer con alegría y no engordar. Por alegría entendemos saltar a bollos, sándwiches y guisos sin más límites que el apetito y sin miedo a las calorías. Sandra Mozos tiene 49 años y lleva desde los 22 luchando contra la báscula para dejar de verle las «piernas», como ella misma dice, pero no hay manera. Y, ojo, que por falta de servicio no lo es: «Me gusta comer y me gusta de todo. No soy nada quisquilloso con la comida», admite.
El discurso mayoritario, con la obesidad Calificada como pandemia en este primer mundo de frigoríficos llenos, no incluye a Sandra. Ella también está abrumada por la cirugía del bikini, usa tirantes y presume sus piernas, pero porque son delgadas. Su contorno la incomoda, aunque sea el sueño de muchos. Es extraño que sus reservas sobre el verano y aflojarse la ropa sean idénticas a las de las personas que se preocupan por sus michelines.
La diferencia es que según los cánones de la corrección política, «gordo» (o «gordo») no se le puede decir a nadie, pero pocos tienen reparos en señalar el bajo peso de alguien. «Toda mi vida he estado muy enojada, desde pequeña, porque me duele que me digan lo delgada que estoy. Parece que nos pueden decir cualquier cosa. ¿Te estoy diciendo que has engordado kilos?». .
Objetivo: llegar a los 60 kilos
Pero vayamos a ello: Sandra mide 1,75 cm. y pesa 54 kg. «Hace dos años cumplí 48. En aquel entonces no habría aparecido en fotos con esta camiseta», admite. No es que ahora esté contenta con su cuerpo, pero ese aumento de seis kilos la anima: «Ojalá pudiera llegar a los 60», afirma.
Ella nunca fue una niña gordita ni fuerte, pero sí parecía «normal». Al poco de cumplir los 20 se produjo un cambio al que intenté encontrar una explicación, sin éxito: «Me han hecho tres pruebas para ver si tengo hipertiroidismo, pero lo han descartado. Los médicos siempre me dijeron que muy buena salud. Lo mío es sólo un problema estético», explica.
Pero sabemos que hay otros «males» que no aparecen en el análisis y que los complejos son tan especiales y tan antiguos como : «Siempre se me caen los pantalones y me cuesta encontrar unos jeans que no se arruguen». porque no los completo.» «Nunca me verás en pantalones cortos o minifalda. Salvo esta última palabra, solemos escuchar estas frases copiadas de personas cuyos pantalones son ajustados.
Una vez más, como tantos que quieren perder peso, el invierno es más amable con Sandra. Usa más ropa y bufandas para cubrir sus clavículas, esas con las que tantas mujeres lucen orgullosas y sexys. Intenta arrastrar las semanas del calendario con camisetas finas que le cubren los brazos o mangas cortas que le cubren los hombros, hasta que el mercurio dice ‘basta’: «Tengo mucho calor y llega un momento en el que ya tengo que hacerlo». usar tirantes Om ir a la piscina y usar bikini con alguien que no conozco me molesta mucho. mucha vergüenza. «Lo tomé muy mal, pero al final… lo superé».
Sandra salvó esa primera infancia y juventud, pero sólo lució «bien» en sus dos embarazos. En cada una ganó 22 kilos y nunca se sintió tan bella: «Pensé que ganaría unos kilos, pero nada. En menos de un año volví a mi peso, unos 55, lo que me puso en mi límite espiritual. Nada menos que eso es malo.»
Dentro de su lucha con los gramos y los centímetros, reconoce el privilegio de poder disfrutar de la comida sin cuidados, ante las limitaciones que ha visto en los demás. «Como con hambre, con ganas. Soy maestra y compañera, cuando me veo sándwiches gigantes En el entretiempo me dijo ‘¡Esto me da más celos que el dinero!'», recuerda entre risas.
Otra ventaja que admite es que nunca ha tenido problemas para conseguirle ropa. tamaño. Lleva un 36, aunque se compró unos vaqueros del 38 que no “se caen”, dice alegremente. «Ahora estoy empezando a ver la luz».
Uno de los efectos de la menopausia es el aumento de peso. Por eso, entre otros, es un momento temido, pero no para ella. Sandra atribuye los kilos que ha ganado en los últimos dos años a la desaparición de la regla y al menor estrés. En cualquier caso: “Mucha gente me anima y me dice que Yo soy bonita y con eso me voy. Pero yo personalmente no me veo bien«.
Dietas, sí, pero para ganar peso
Naturalmente, Sandra visitó a endocrinólogos y nutricionistas para encontrar la clave de su no deseada delgadez. Y le quedaban pocas cosas por probar. «Lo primero fue una dieta hipercalórica. Pesé los alimentos y la clave fue su combinación. Era como disociarse para adelgazar, pero a la inversa», afirma. No funcionó, pero ni un poquito.
Desde hace unos años también probé algunos batidos como complemento calórico. «No me olvido de mis cinco comidas al día porque tenga hambre. Las comía entre horas, pero tampoco engordé», concluye. Tomó «toda la comida rápida» que le ofrecieron, pero también hizo grasas buenas: «De fruta siempre pido plátano porque engorda». Y continúa con una lista que para muchos es puro placer, pero un placer prohibido: «Bons, muchos bocadillos, si hay comida cocinada, me como el tocino… Como todo lo que engorda, pero encima tengo hambre.» Y nada.
Has probado suplementos vitamínicos, jalea real, estimulantes del apetito… Y ninguno. «Quienes quieren perder peso tienen una manera, pero ¿qué debo hacer?» Teniendo en cuenta lo que hemos visto, parece que hay poco término medio al que prestar atención. Banco Lorenel prototipo de mujer que prefiere: «Con curvas, con caderas y hombros redondos… No me gusta nada el moisés, pero así soy», dice ella misma.
«La gente que no me conoce bien y me ve comiendo suele sorprenderse. Creen que estoy delgada porque me cuido y a veces, sin decir la palabra ‘anorexia«Lo abandonaron», dice.
Se había acostumbrado a explicarles ‘lo suyo’ a esta gente.