Vida, gloria y muerte de la casa barata del franquismo: «Los hijos ya no saben qu hacer con la herencia de esas casas pequeas y obsoletas»
Cualquiera puede buscar en un portal inmobiliario qu es lo ms barato que ofrece su ciudad, que el resultado ser el mismo en todas partes: un piso de 45 metros y dos o tres dormitorios que ms que dormitorios son como celdas (dos camas de 80 paralelas, una ventana en un fondo y un armarito en el otro). El saln es de 16 metros cuadrados, la cocina parece un armario grande y el bao, un pasillo corto… Las fotos mostrarn los restos de la vida del piso: la marca de una cruz en una pared, un mueble de madera lleno de polvo, una jaula sin canario en el tendedero… Antigedad: aos 50. Precio negociable, necesita reforma.
Una pareja que tuviese veintipocos aos en los aos 50 y que estrenara una vivienda social de esa poca estar ahora por los 90 aos. Hay mucha gente en Espaa con 90 aos porque tenemos una esperanza de vida muy alta pero, obviamente, tambin hay mucha gente que se muere. O que est en condiciones precarias y ya no puede cuidar de esos pisos, explica Juan Pedro Sanz, arquitecto y autor de una tesis doctoral sobre la vivienda social de los 50. Los padres mueren y los hijos que rondan los 70 tampoco saben qu hacer con la herencia de esas casas pequeas y obsoletas que, sin embargo, podran contar la historia de Espaa en el siglo XX. La revolucin higienista, la construccin de una sociedad de clases medias y el desarrollo de la economa de mercado slo se pueden explicar a partir de esos pisos.
Es posible reciclarlas? Hacerlas valiosas en un pas atormentado por el acceso a la vivienda? El Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de Espaa tiene un programa dirigido a asesorar y generar soluciones para salvar comunidades as, a encontrar financiacin y a ofrecer asesora tcnica. Cabe un ascensor en la fachada? Es posible mejorar el aislamiento trmico? Ampliar los pisos con galeras exteriores, como en el famoso bloque de Burdeos de Lacaton y Vasall que gan el premio Mies Van der Rohe? S, pero depende de la vitalidad de sus habitantes.
Mi madre tiene 92 aos y sigue en el piso que compr con mi padre en L’Hospitalet. l lleg un ao antes; nosotros, vinimos despus de estar un tiempo en Alicante. Y, antes, del pueblo, en Crdoba, explica Manuel Caldern, reciente premio Comillas y autor de Descampados, uno de los libros que mejor retratan aquel hbitat del desarrollismo. Si pienso en la casa del pueblo y la comparo con el piso de L’Hospitalet, veo que algo perdimos. La amplitud, el patio… Pero el piso de L’Hospitalet era parte de un proyecto vital que estaba enfocado en que los hijos fusemos a la universidad y que se vea como un ir a mejor. Por eso, mis padres estaban encantados con el piso. La paradoja es que, cuando los hijos fuimos a la universidad y conocimos a otros amigos que vivan en casas mejores, comprendimos la estrechez en la que estbamos y empezamos a ser un poco ingratos.
Un poco de antropologa domstica: Al piso se entra por un descansillo, hay una habitacin delante y el pasillo que sale en 90 grados, cuenta Caldern. El saln est a un lado, la cocina al otro y luego el pasillo sigue y hay dos habitaciones ms y un bao. Y ah nos metimos cinco, mis padres y tres hermanos. Al principio, el saln estaba cerrado, slo se abra en las visitas, aunque haba visitas a menudo. Me acuerdo de estudiar en la cocina y de que el primer televisor estuvo en el cuarto que comparta con mi hermano pequeo porque mi padre puso una cosa que se llamaba multimueble y que se plegaba. Luego, mi madre dijo que era un desperdicio tener el saln cerrado y empezamos a usarlo a diario. Creo que trajimos los muebles del pueblo pero no deban de encajar, porque los renovamos. Lo que de verdad marcaba la continuidad con la vida en el pueblo eran la cubertera y los manteles.
El suelo original era de baldosas y las carpinteras, de madera. No haba calefaccin y se pasaba fro. De todas las casas en las que he vivido, es la que recuerdo ms fra pero eso tiene que ver con el clima de Barcelona, que parece templado pero tiene noches muy fras y hmedas. Mi hermano mayor entr en Arquitectura y mi padre le hizo un tablero y un taburete… Con los aos, conoci en el trabajo unas viviendas baratas ms antiguas que las nuestras, ms precarias, en la Va Trajana. Contaba que estaban destrozadas por la humedad y la condensacin de haber metido a tanta gente. Que si viven siete personas en un piso de 40 metros cuadrados, slo con su respiracin desgastan las estructuras. Yo no necesitaba un tablero de dibujo. Mi anhelo obsesivo era tener un escritorio y una biblioteca.
Historia poltica
Por qu fueron as los pisos de la clase trabajadora espaola? Podran haber sido mejores, ms amplios? Son as porque Espaa era una economa pauprrima, incapaz de crecer a ms del 1,2% anual de su PIB en la dcada de 1940 pese a que todo estaba por reconstruir. El historiador Carlos Sambricio ha documentado que Espaa slo construy 1.200 viviendas al ao en la dcada de 1940. No haba materiales, ni financiacin ni empresas.
Y quin los hizo? Los hizo la dictadura que durante cuatro o cinco muy paradjicos aos actu como un estado socialista. Al rgimen, en su primera dcada, slo le interes la arquitectura como algo simblico, como una manera de representarse a s mismo en edificios de aspecto palaciego. Pero pronto se encontr con un problema muy real en la vivienda: empez el xodo rural y no haba sitio para la gente que llegaba a Barcelona, a Madrid, a Bilbao… Apareci el chabolismo. Era imposible no verlo, y el rgimen cambi de paradigma, dice Juan Pedro Sanz.
«Slo en Madrid haba 20.000 chabolas y 120.000 personas vivan en ellas. Haba casos de toma de tierra, que es ese mtodo que vemos en las favelas por el que una familia llega a escondidas de la polica a un terreno se hace un techo y lo reclama suyo»
Su colega Emilio Ontiveros recuerda una estadstica de esa poca: Slo en Madrid haba 20.000 chabolas y 120.000 personas vivan en ellas. Haba casos de toma de tierra, que es ese mtodo que vemos en las favelas por el que una familia llega a escondidas de la polica a un terreno se hace un techo y lo reclama suyo.
En Barcelona eso tambin se dio en un barrio que se llamaba Casa Antnez, que despus desapareci. Primero ponan una uralita sobre unos postes y luego la casa iba prosperando, a veces hasta dejar de ser chabola, recuerda Manuel Caldern. El otro tipo de vivienda de trabajadores que haba antes de las casas baratas era el de unos edificios con mucho fondo y un patrio central muy alargado al que daban unos cuartitos que tenan baos comunes.
Y aquello no era suficiente, ni higinico, ni compatible con la idea de decoro familiar que Espaa quera transmitir. A partir de 1949 hubo concursos y laboratorios dirigidos a crear viviendas mnimas para Espaa. A la arquitectura haba llegado una generacin nueva que estaba informada. Algunos viajaron y estaban al tanto de lo que estaba pasando en los pases europeos, dice Sanz.
Rafael de la Hoz Castanys lo corrobora: Mi padre [Rafael de la Hoz Arderius] estuvo en el MIT, en Boston. He estudiado su biblioteca porque vamos a editar un libro por su centenario y he visto que estaba al da de todo, que tena muchsimas revistas alemanas. Deca del MIT que de tecnologa aprendi muchsimo pero que de entender cmo funcionaba una vivienda, estbamos los espaoles para darles clases a ellos. Rafael de la Hoz Arderius es un nombre relevante porque unas viviendas suyas en Montilla se consideraron el modelo que seguir. Son 50 viviendas de 49 metros cuadrados, muy sencillas, hechas con dos crujas y muros de carga. La prioridad era no gastar un centmetro de espacio en pasillos. La cocina estaba semiintegrada en el saln. Debi de ser una de las primeras cocinas as en Espaa. Como todo estaba tan medido, De la Hoz dise hasta los muebles para que cupiesen, explica Paco Daroca, autor de una tesis sobre De La Hoz Arderius. Mi padre deca que lo ms importante de su carrera fue lo que hizo en vivienda social y en unos colegios en Andaluca.
S que fue heroico aquel esfuerzo: Espaa no produca hormign ni hierro ni cemento, suficientes y no haba financiacin. Lo que s que haba era mano de obra, cuenta Ontiveros. Despus, la economa despeg relativamente deprisa, pero, al principio, todo fue a base de ingenio y de una entrega absoluta. En Cao Roto, por ejemplo, los arquitectos se fueron a vivir a las obras. aade Gracia.
Hasta 1950, existi la tentacin de llevar a la inmigracin rural a una red de ciudades jardn a la inglesa, que era la direccin que haba insinuado la Repblica. En 1954 hubo una ley que acab con ese anhelo un poco irreal y opt por el pragmatismo. La norma previ cmo deban ser esas casas: nunca en zonas artsticas (probablemente se refirieran a lugares de valor patrimonial) y siempre agrupadas en conjuntos de al menos 25 casas que no fuesen rgidos en su manera de plegarse al lugar. La norma prevea calcular 12 metros cuadrados por habitante. En Suecia tambin se hacan viviendas sociales de 40 metros cuadrados pero estaban hechas para ‘mujeres trabajadoras’, cuenta Emilio Ontiveros. Aqu las ocupaban familias de dos y tres hijos.
Haba tres categoras de viviendas: mnimas, reducidas y de tipo social y se diferenciaban, sobre todo, por su coste de construccin: 800 pesetas por metro cuadrado, 1.000 pesetas por metros cuadrado y 25.000 pesetas totales como mximo (unos 10.000 euros, considerando la inflacin desde 1954). Haba tipos previstos de hasta 100 metros cuadrados, pero casi toda la produccin estuvo entre los 58 y los 35 metros cuadrados. Haba poblados de absorcin dirigidos a los chabolistas, haba operaciones de urgencia (que han durado hasta el siglo XXI) y haba poblados dirigidos, en los que se esperaba de los habitantes que trabajasen en la construccin de sus barrios. Y lo hacan con entusiasmo: en las imgenes del NO DO que retratan a Francisco Franco de visitas inaugurales lo que de verdad importa son las caras que se ven de fondo.
Mi madre est bien en su piso, cuenta Caldern. Lo que pasa es que la gente que nos rodeaba cuando llegamos tena la misma ilusin por ir a mejor y cuidaba todo primorosamente. Luego, esa gente se muri o se fue, porque en L’Hospitalet, en mi generacin, nos marchbamos todos cuando nos iba un poco bien. La gente que entr despus ya no tuvo ese deseo de arraigar ni ese optimismo, sinti que estaba de paso. As que todo lo que rodea al piso de mi madre se ha deteriorado. La gente se queja de gentrificacin pero ya quisiera yo un poco de gentrificacin para el barrio.
«Todo lo que rodea al piso de mi madre se ha deteriorado. La gente se queja de gentrificacin pero ya quisiera yo un poco de gentrificacin para el barrio»
Juan Pedro Gracia recuerda que la crisis de la herona introdujo a marginalidad en esa Espaa higienista y que el coche le dio la puntilla. Las dotaciones de esas viviendas, las plazas y los jardines, se hacan con mucho cuidado, en una idea de recogimiento y confianza. En los 80, las familias, incluso las que reciban las viviendas sociales, ya tenan dos coches, de modo que los espacios comunes se dedicaron al aparcamiento en superficie».
Elvira Lpez dirige la Red de Oficinas de Apoyo a la Rehabilitacin de los Colegios de Arquitectos de Espaa que ofrece ideas y vas de financiacin para salvar esas comunidades de viviendas. Espaa no ha sido un pas que tuviese cultura del mantenimiento. Las averas se han solucionado cuando han llegado, como se ha podido y eso, en conjunto, eso ha sido un derroche de energa y de dinero. Ahora, entre los fondos Next Generation y el Pacto Verde Europeo tenemos la oportunidad de corregir errores.
Cualquier edificio, a partir de los 40 aos, tiene materiales que se desgastan y acaban su vida. Pero eso tiene solucin y, de hecho, mucha de la arquitectura de los aos 50 est en buenas condiciones estructurales, slo necesita actualizaciones. El problema verdadero es saber si se pueden adaptar a lo que la gente busca de una vivienda en 2024. Un piso de 45 metros cuadrados y tres habitaciones no entra bien en el mercado. Hay que ser imaginativos, promover rehabilitaciones integrales, unir pisos, crearles galeras exteriores, contina Lpez.
Si en los prximos 10 aos esos edificios desaparecen del mapa, slo quedar la literatura para recordar su historia. En Tiempo de silencio de Luis Martn-Santos (1962), hay un momento en el que el mdico viaja a los arrabales, ve un paisaje de miseria y proclama, un poco quijotesco: Estas son las chabolas. A lo que su gua en el submundo, su Sancho, le responde: No, estas son las casas.