29 de septiembre de 2023

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Tratado de Salvar la UE con Mercosur | Opinión

Los activistas climáticos participan en una protesta organizada por Youth for Climate y Rise for Climate Belgium el 3 de marzo contra el Tratado UE-Mercosur en Bruselas, Bélgica.
Los activistas climáticos participan en una protesta organizada por Youth for Climate y Rise for Climate Belgium el 3 de marzo contra el Tratado UE-Mercosur en Bruselas, Bélgica.STEPHANIE LECOCQ / EFE

La UE se une en 2019 con Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), el mayor acuerdo comercial de la historia del bloque comunitario. El tratado que pedía la liberalización del comercio entre dos bloques con 710 millones de habitantes se negoció contra toda probabilidad durante veinte años y se firmó en medio de un proteccionismo alentado por Donald Trump. Lamentablemente, varios países europeos, encabezados por Francia y Austria, han renunciado a sus obligaciones y amenazan con bloquear su ratificación. El gobierno liberal de Emmanuel Macron en París y el de Sebastian Kurz (una coalición de conservadores y verdes) en Viena argumentan que el tratado no brinda garantías suficientes para la lucha contra el cambio climático y que puede incentivar aspectos brasileños, entre otras cosas. Bolsonaro continuará la deforestación en la Amazonía promoviendo las exportaciones agrícolas

La preocupación medioambiental es legal. Es correcto entender que la UE debe promover la lucha global contra el cambio climático y que la política comercial es una herramienta para ello. La Comisión Europea ha ofrecido la oportunidad de fortalecer el vínculo entre el acuerdo y los objetivos globales para combatir el calentamiento global. Pero la resistencia de Francia, Austria y sus aliados (como Bélgica, Irlanda o los Países Bajos) a facilitar una solución negociada muestra que en algunos casos las preocupaciones sobre el clima esconden impulsos proteccionistas o intereses electorales. Un descarrilamiento sería un grave error económico y político, y también podría arrojar al bloque latinoamericano a nivel ambiental en los brazos de relaciones mucho más flojas.

Económicamente hablando, la UE ha tenido un superávit comercial ininterrumpido con Mercosur desde 2012. El acuerdo podría fortalecer la relación con el levantamiento del 90% de los aranceles que ahora llegan a las mercancías europeas en los cuatro países de la organización. A cambio, la UE proporciona instalaciones de exportación agrícolas y ganaderas en un gesto de reciprocidad. La apertura asusta al sector agrícola francés y al boerboel irlandés. Pero hay que recordar que el acceso a la carne sin aranceles es limitado.

Políticamente, el fortalecimiento de los lazos con este grupo regional envía una señal a toda la comunidad latinoamericana, cuya importancia geoestratégica es a menudo subestimada por la UE. Esto no solo redunda en el interés evidente de España y Portugal. Bruselas no puede permitirse perder a un aliado potencial tan importante en un juego mundial cada vez más complejo. Pero además, hay que considerar el daño a la reputación global que sufrirá la UE si entierran un acuerdo firmado por sus representantes, y si la UE cede terreno en el Mercosur y el resto del continente, potencias como China cerrarán la brecha. Está claro que el compromiso con el medio ambiente en ese caso no sería una prioridad.

El FMI ya advirtió que la pandemia amenaza con otra década perdida para la economía latinoamericana, lo que provocará que los países de la región busquen socios económicos estables. El acuerdo con Mercosur es una respuesta adecuada a la pregunta. Debe ser salvado.

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