
En la portería de Soria, heroica toda la noche, el Atlético bloqueó al Getafe. Con un empate que da vida al Madrid, situado a seis puntos, a la espera de saber si siente el aliento en la nuca del Barcelona el lunes que, si gana al Huesca, se quedarían cuatro puntos. El equipo de Simeone paga una primera parte en la que, salvo en la salida, cae en la trampa del fútbol cerrado del Getafe. En el segundo acto lanzó una carga final que le dio media docena de oportunidades que no completó ante un gran Soria. El gol local fue el símbolo de la resistencia de su equipo a perder un partido que había sido jugado por diez durante los últimos veinte minutos para otra entrada final de las rondas de Nyom.
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La marcha del Atlético fue muy importante, y fue consciente de que cada partido empieza para nominar al futuro campeón. De un golpe generó tres tiros de esquina y un error lateral que entorpeció al Getafe. A primera vista, el líder parece encontrar una solución al engorroso entramado defensivo de Bordalás con Correa y Llorente jugando por dentro. El delantero argentino filtró un balón a Carrasco que cruzó al belga por lo que Soria empezó a anunciar que la noche iba a ser suya.
Necesita al Getafe para imponer su fricción futbolística. Y cuando tiene éxito, ese juego cuadrado pasa a primer plano en el que solo sucede algo en las pizarras. Donde cada saque de portero busca un área hiperpoblada de especialistas para peinar y rascar segundas jugadas. Sin trámites. El tiro largo de los porteros o del equipo central como cerebro de un juego en el que los centrocampistas pintan poco o nada con el balón. El fútbol se reduce a un mero posicionamiento y la extraña sensación de que es otro deporte en el que se juega con todo menos con el pie. Un suplente en el que es más importante saltar, enfrentarse cara a cara y ver qué pasa. Y la falta táctica como factor de continuidad afirmativo y paralizante. El Atlético fue secuestrado por la receta simplista sin riesgos. Todo lo que mostró en su loco arrebato fue disminuido. Ahogado y sin precisión a juego de pareja en el último metro. Capturado por el incorruptible dos líneas de cuatro del Getafe. Tras la fallida revolución que intentó con Kubo y Aleñá, Bordalás retomó su versión más rocosa. Peligroso, atrevido con pre-presión y poco más. Ese contexto limitó a Cucurella, Aleñá, Cucho y Unal a la batalla por bolas imposibles. Ante el juego rudo que se desarrolló en los primeros cuarenta y cinco minutos, Simeone decidió retirar el pienso. Dejó que Saúl se sentara en las parcelas y trajo a João Félix. El portugués asumió que el conjunto pedía más balón y menos carambola. Era más un diseñador de interiores que un creador de juegos. Consiguió que el Atlético corriera más el balón en el campo contrario.
El paso adelante del líder supuso también una liberación para el contraste del Getafe. Durante unos minutos, el equipo de Bordalás puso en duda al equipo de Simeone. Unas pocas entregas malas en la salida del balón hicieron que Oblak tuviera que intervenir con disparos de Unal y Aleñá. El Atlético recuperó el gobierno en cuanto consiguió más pases. João Félix marcó de cabeza, pero Llorente puso el pase con el balón a medio tiro fuera de la línea de fondo. Bordalás apostó claramente por contraatacar siempre que fuera posible: Cucho Hernández sustituyó a Damián Suárez por un doble. Simeone puso más dinamita con un triple cambio que incluía a Lodi, Lemar y Dembélé. El acoso comenzó a duplicarse cuando Nyom volvió a tener fuerzas para ir a por un balón y pisar el tobillo de Lodi. El árbitro, advertido por el VAR, se limitó a mirar la pantalla para cambiar el amarillo inicial por un rojo directo.
A partir de ahí, el protagonismo ya fue para Soria. El gol soportó un aluvión de ocasiones con paradas milagrosas. Con una mano y corrección, responde a una volea de Dembélé. João Felix y Lodi también lo intentaron. En un córner se podía ver al Getafe por delante mientras el asistente apreciaba que Dembélé, en su intento de despejar, hubiera golpeado la pierna de Maksimovic.
Soria, que se erigió como el héroe de su equipo, también se mostró feliz en una sutil parábola estampada en el palo. Dembélé tuvo la última oportunidad en un cabezazo que simplemente desapareció.
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