
Después de la penúltima elección, no hubo gobierno, porque Sánchez lo dijo sobre el insomnio. También dijo algo que se recuerda menos para él, y se convirtió en: ‘Necesito un vicepresidente que me apoye y no se oponga, y un gobierno que hable con una sola voz’. Tras las próximas elecciones, abrazó a Iglesias sin convicción, y llegó exactamente lo que predijo: su insomnio y el de muchos españoles, un vicepresidente que está en su contra, que torpedea al gobierno que forma.
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