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La política española encendió ayer una entrega embarazosa que, lamentablemente, hizo que el escenario se volviera más turbio, que estaba lejos de ser ordenado. La maniobra del PP para frenar la moción de censura en Murcia recapturando a tres de los seis diputados de Ciudadanos desprende el desagradable hedor asociado al transfuguismo, una turbia práctica democrática de la que España es muy consciente, tamayazo en Madrid en 2003 – también a favor del PP – quizás el precedente más destacado. El episodio se preocupa por la baja altura ética y por un escenario de mayor polarización no deseada por el desangrado de Ciudadanos y la reconfiguración de un bloque conservador más derechista en torno a la relación PP-Vox.
Es necesario subrayar algunos elementos para juzgar lo sucedido. La moción de censura es desde el principio una parte integral del juego político. En segundo lugar, el PSOE y Ciudadanos han acordado poner fin a la coalición que este partido formó con el PP en Murcia en medio de una situación insostenible, marcada por el escándalo de la vacunación de dignatarios sin cumplir con las listas establecidas, por graves sombras de corrupción y como resultado de las tensiones por el veto de los padres que Vox instituyó para apoyar los presupuestos. Ninguno de estos problemas pasó en 48 horas, pero el compromiso con el movimiento de los tres desertores que lo apoyaron con sus firmas presuntamente fue a su templo sin arma. Y en este sentido hay que recordar que, aunque legal, el transfuguismo, a diferencia de las mociones de censura, no forma parte del pleno derecho del juego político, porque viola un compromiso sistemático que desde hace mucho tiempo suscriben los principales partidos. con la intención de evitar prácticas turbias, así como la tentación criminal que ello conlleva
El episodio irradia graves consecuencias a escala nacional. La imprevisión de quienes impulsaron la moción también merece una intensa reflexión, tanto por el error de cálculo de las lealtades como por la falta de preparación para la onda expansiva que va a generar, con la convocatoria de elecciones en Madrid. La situación de Ciudadanos y el liderazgo de Inés Arrimadas, que intentó abandonar la estrategia de alineación exclusiva a la derecha y una vez más puso al extremo el papel de bisagra que su partido pretendía jugar.
El bloque formado por los tres derechos se rompió cuando cayó uno de los integrantes de la foto de Colón. Pero este hecho, que abrió una grata oportunidad para la transversalidad, amenaza con quedar sepultado bajo la evasión de Ciudadanos tras la vergüenza de Murcia. Es probable que el bloque conservador se componga con una tendencia más derechista aferrándose a un PP caracterizado por el tono de Isabel Díaz Ayuso, que acompaña a Pablo Casado, y una ultraderecha de Vox que crece en resultados y en camino. convertirse en socio preferente del PP, empezando por Madrid.
El escandaloso espectáculo de Murcia daña en definitiva la política y genera una imagen terrible ante un ciudadano que, con todo derecho, en un momento tan dramático, espera grandes soluciones, no pequeñas y básicas formas.
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