“En estas circunstancias, escribir es lo más inútil del mundo”, piensa una escritora ecuatoriana indocumentada en España, desesperada porque lleva días presentándose en sitios web como niñera, limpiadora o cocinera, pero nadie la llama. Como último recurso, y sin esperar respuesta, deja un anuncio en Internet que se presenta como escritora a todo aquel que quiera convertir su historia personal en un libro. En una hora, un hombre llamado Alberto la contacta, quiere contratarla y la invita a una casa aislada en el campo donde vive solo con dos crueles perros Dobermann. ‘Mira, mya, si emigras, sabes que se pondrá peor, como la guerra. No emigras si caminas con miedo. Aprieta bien los dientes y pellizca bien las piernas y haz lo que tengas que hacer ”, recomienda un compatriota. La mujer necesita el dinero para pagar el alquiler y enviar dinero a su familia en Ecuador, y acepta la oferta con miedo. “Las mujeres desesperadas son la carne del molino”, dicen. “Los inmigrantes son también el hueso que los aplasta para que los animales coman”.
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