31 de mayo de 2023

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Ayudas económicas: las fortalezas (y cuatro debilidades) del ‘Plan Calviño’ | Economía

Una institución cerró en septiembre en la Gran Vía de Madrid.
Una institución cerró en septiembre en la Gran Vía de Madrid.Víctor Sainz

En una gran crisis, la ortodoxia se desplaza hacia el estímulo económico: sin medidas de gasto a gran escala, el déficit y la deuda eventualmente aumentarán y serán más persistentes. Bruselas, el BCE e incluso el FMI se han movido hacia el consenso keynesiano en los últimos años: gastar y gastar, a veces con una medida casi amplia; Volverá la sobriedad, pero como la castidad de San Agustín (“Señor, hazme casto … pero todavía no”). España, con un gobierno de izquierda, está actualmente -oh paradoja- detrás del consenso: la política económica estaba aproximadamente el correcto, pero casi siempre tarde, reacio, arrastrando los pies. El último ejemplo es la asistencia empresarial, una especie de puente para darse cuenta de que la economía se ha afianzado de nuevo y necesita un último viaje hasta que el motor vuelva a arrancar, en algún momento de la segunda mitad si todo va bien. Porque la niebla es espesa: los mercados están analizando la reactivación, pero los epidemiólogos ofrecen escenarios en los que las mutaciones de COVID podrían imponer restricciones más breves pero relativamente frecuentes durante los próximos cinco años. La luz al final del túnel es cada vez más brillante, pero aún vale la pena recordar que Terminator da un consejo: “Espera lo mejor, prepárate para lo peor”. El siguiente es un resumen de las fortalezas y debilidades de la Plan Calviño.

El mejor. Después de medio año de vacilaciones y todo tipo de dudas, el plan está sobre la mesa. Tiene potencia de fuego: un punto del PIB. Esto ayudará a miles de empresas con el agua hasta el cuello. El gobierno ha encontrado un equilibrio entre las diversas sensibilidades que podrían descarrilar el paquete en algún momento y provocar una ola de quiebras. “Más vale tarde que nunca”, resumen las fuentes financieras. El resto de apartados de esta apresurada crónica se centran en las debilidades de un plan que, en definitiva, aumenta la resiliencia del tejido productivo. ¿Qué buena necesidad no era?

Mediodía. El Banco de España empezó a hablar de posibles quiebras el pasado verano. Economía menciona la posibilidad en noviembre. El plan llega a mediados de marzo y queda mes y medio para que el dinero llegue a las empresas: la demora es clara a la luz de lo que han hecho otros países.

Pocos. Los 7.000 millones mejoran las expectativas iniciales, ya que hasta hace poco la economía no veía la necesidad de ir más allá de la reestructuración y recapitalización de la deuda con préstamos participativos. Pero también es menor que la competencia: Berlín aprobó 50.000 millones de ayudas directas en la primera ola, y en la segunda medidas adicionales; París accedió a los 2.000 millones en el primero, a los 6.000 en el segundo y acababa de lanzar una tercera arena; incluso Lisboa cedió hace más de 2.000 millones de meses y ayer anunció 7.000 millones más.

Complacencia. La vicepresidenta Calviño extiende su pecho al Consejo de Ministros con los estudios diciendo que España ha brindado más ayuda que nadie; pero hay otros informes (Comisión Europea, BCE y FMI) que dicen lo contrario. La niebla es muy densa y probablemente uno u otro no muestre una imagen clara de la situación actual. Solo con los datos sobre la suspensión de pagos es posible hacer un análisis preciso.

Eficiencia. Las autonomías pueden estar más cerca de la estructura productiva y así tener una comprensión más clara de dónde están las necesidades, pero dejar la gestión del fondo en manos de los gobiernos locales suena a entregarles la patata caliente y también tiene consecuencias negativas: problemas de competencia, porque la homogeneización de la herramienta no será total; problemas de eficiencia si las comunidades repiten lo que han hecho hasta ahora con la ayuda (en algunos casos el primer emprendimiento que salió a la ventanilla se llevó los fondos), además de los riesgos habituales de mecenazgo.

Desviaciones. Los desacuerdos entre los socios de la coalición, incluso entre los ministros del PSOE, fueron una de las razones del retraso en las ayudas. Esta no es la primera vez: la política económica española siempre ha hecho lo correcto, pero se demoró en cada una de las principales decisiones de gasto del año pasado. El tándem economía-economía siempre tiene el ojo puesto en la deuda, a pesar de que los organismos internacionales aconsejan gastar ahora y no preocuparse por la situación fiscal después. Y han desempolvado el peligro moral muy ortodoxo: creen que no es necesario salvar a las empresas zombis, que en cualquier caso cerrarán los ciegos, de un FMI que recomienda brindar esa asistencia, aunque sea una acción. zombificar.